Padre Palmar: Tres colas para el “salao”

La cubanización en Venezuela avanza a paso de saqueadores. Ahora los maracuchos, que nos jactábamos de comer y comprar lo que nos diera la gana, y comíamos de todo y sabroso, en coco, con picante y salsa a chorrear, sin miedo a la obesidad o a los infartos, donde si no había plátanos y queso, no era almuerzo, y para rodar nos tomábamos una familiar; ahora resulta, por desgracia y tristeza, que estamos padeciendo al mejor estilo de los abastos revolucionarios de La Habana, donde te venden detallada la comida y el papel tualé te lo negocian por cuadritos, sin derecho a llevarte el rollito de cartón. Acontece que en nuestros supermercados, donde en otrora para hacer la compra semanal utilizábamos para cargar los víveres un carrito, del tamaño de un Aveo o un Twingo de dos puertas, nos condena Maduro a la desidia social del llamado racionamiento automatizado. Para hacer el mercadito ahora será suficiente una bolsita de cotufas. El pretexto oficial es, -el intento por frenar el “bachaqueo” de alimentos-; esa misma payasada dijeron con el “chip” de Arias Cárdenas, y aún el contrabando de gasolina -maraña tradicional de la GNB- desangra al país. Hasta con captahuellas y cuadernos de registros nos van a controlar las pírricas compras. Nos vienen “tres colas” para comprar alimentos: la cola para entrar, la cola del captahuella, y la cola para pagar en la caja. Sin contar la “colita” que tenemos que pedir porque al pagar en la caja, nos vamos a quedar más limpios que talón de la lavandera.  Mi abuelo paterno al que con cariño llamábamos “pajito”, solía decir en las madrugadas cuando iba al «mercado viejo» a comprar el “salao” diario: “Voy a buscar a Dios”. Ahora cuando vamos al súper diremos con la arrechera de rigor: voy a ver cuánto me venden esos diablos. Así están las cosas en Venezuela. Tendremos que comprar a granel valentía y coraje para salir de esta perversa situación. Somos un pueblo que se adapta a todo. Una protesta sin martirio es banal. Paz y Bien